Era un día cualquiera en el Instituto Yami… hasta que dejó de serlo. Un teléfono móvil que sonaba y las salpicaduras de sangre marcaban el comienzo de un juego mortal. Las reglas son: el contratista Mikiya tiene treinta días para maldecir (Matar a treinta persona) o encontrar un destino peor que la muerte. Por otro lado, el rompedor de maldiciones Saeyama debe identificar al asesino sin caer en una de las maldiciones de Mikiya. El tiempo decidirá quién saldrá victorioso.
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